lunes, 1 de octubre de 2012


La gratitud es un sentimiento que no es primordial en mi espíritu sacrificado de inútil entrega, y que sufre cada día el dolor físico y espiritual. No obstante, debo mi cariño por aquellos invisibles que me han entregado sus palabras de estímulo, su apoyo silencioso y su connivencia amable; aquellos que en la ruindad y la mezquindad de los días  poco gratos y poco amables para mi condición y malograda persona apuran el ánimo y las buenas energías  que atraviesan la oscura incertidumbre, arrostrado entre el mundo bello, cruel y bien situado, que no puede figurarse o hacerse medida de lo que significa para mí y otros en mi situación algo tan pequeño y jubiloso.
A los compañeros invisibles, a las personas gays, que ni siquiera conozco, y saltan por encima de los prejuicios morales y sociales de la gran mayoría prejuiciosa y decrepita como timbre de gloria a los buenos valores  y a los más altos sentimientos humanos, no de conmiseración sino de probidad.
A los jovenes, a los chicos, a los maduros, a los mulatos, a los femeninos,...a los que han sabido superar a ese resto de personas de la mezquindad y la falta de valores.

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